BANYERES DE MARIOLA-LA BLASCA-BANYERES DE MARIOLA
Buenos días a todas las intrépidas chicas Dafne. Por fin llega aunque con muchísimo retraso la crónica de la última, en el momento en que escribo, ruta de aventureras y estupendas chicas L.
El 26 de febrero (como sabéis este mes se programaron dos salidas, una por aplazamiento de la ruta del mes de enero y ésta a modo de celebración del aniversario del grupo) quedamos a las nueve de la mañana, como es lo habitual, en el Molí de L’Ombria, punto desde el cual iniciar la ruta. Las nueve quedaron atrás puesto que un grupúsculo, entre las que me encuentro, buscamos desesperadamente un bar para tomar el café de rigor. Allá va la simpar Aurora preguntando a unos lugareños que nos indican amablemente la ubicación de dos establecimientos con el mismo resultado: cerrados.
Llegamos al punto de encuentro en donde ya esperaban algunas de las chicas Dafne y, tras los consabidos besos de bienvenida, nos informan de un bar abierto en el pueblo. Allá que vamos muy dispuestas y nos perdimos. Cuando llegamos al bar en cuestión, el resto de las chicas, sospechando lo que nos pudo pasar, llegó al bar y volvimos todas en un coche. Omito decir cuántas íbamos en el coche. La salida se retrasó un poquito debido a esta circunstancia (mil perdones).
El comienzo de la ruta hacia La Blasca resultó algo (más) accidentada por imprecisiones del lugar por donde iniciar el recorrido. Al ser una ruta circular realmente no importaba comenzar en un sentido o en otro, pero la idea era comenzar con subida, por aquello del sufrimiento de las rodillas. Encontramos el cartel que indicaba el camino a seguir, aunque María, la organizadora de esta preciosa ruta, no reconocía el paisaje por el que debíamos transitar. Parte del recorrido lo seguimos titubeantes, echando en falta la señalización blanca y amarilla de estas rutas en las bifurcaciones. Decidimos volver al punto de origen, la primera indicación hacia La Blasca e reiniciar la ruta en el otro sentido, cruzando el río Vinalopó.
Ya más seguras, la caminata transcurrió entre risas, conversaciones sobre la teoría cuántica, roces del fabuloso Dumas, el perro de María que nos acompañó esta vez y que parecía estar disfrutando tanto como nosotras. Tras superar el terreno más llano rodeado de zonas de cultivo, nos adentramos en las zonas de pinares ascendiendo por un terreno pedregoso, especialmente resbaladizo debido a la humedad que todavía era patente tras las lluvias intensas que se habían producido semanas atrás.
Comienzan a oírse los primeros jadeos, soplidos y resoplidos y también las advertencias y cuidados de unas a otras por el estado del suelo que pisábamos. Las buenas vibraciones y sensaciones se hacían patentes por el instinto de protección y camaradería de las unas con las otras. Al cruzar esta zona nos encontramos con varios pinos arrancados de raíz y volcados atravesando el estrecho sendero por el que ascendíamos. Según Bego, esta circunstancia se debía a la descomunal fuerza de la nevada caída en lo más crudo del invierno.
Echar la vista atrás en esos momentos que se aprovechaban para recuperar el aliento era perderse en la belleza más absoluta y sentir la infinita pequeñez de la persona abrumada por la inmensidad arrolladora de la naturaleza que nos envolvía.
Llegamos a La Blasca (1120 metros), al vértice geodésico en donde recuperamos fuerzas con nuestros almuerzos y el resuello tras unos minutos sentadas en aquella cima desde la que se podía contemplar, allá donde lleváramos la vista, la maravilla del paisaje, el cielo limpio, las casa lejanas de los pueblos de alrededor, la densa vegetación más cercana y los espacios de los campos de cultivo a lo lejos. Una delicia.
En la bajada, un tramo por el mismo camino hasta encontrarnos a la derecha el poste señalizador de la vuelta hacia el punto de partida. Seguimos el descenso por otra zona pedregosa, aunque seca esta vez porque la menor frondosidad de la vegetación había permitido al sol disipar la humedad por las lluvias. Llegamos a un camino más ancho entre plantíos de olivos y almendros, estos últimos en plena floración ofreciendo una colorida estampa.
Cruzamos el río por un puente de madera y buscamos un lugar en la zona de acampada del Molí de L’Ombria, alejada del lugar perfectamente equipado para la comida campestre. En un espacio abierto, junto al río, sobre la misma hierba, tendimos dos mantas que unas chicas prevenidas, esas que valen por dos, tenían en sus coches. Y sobre ellas dispusimos las delicias culinarias que cada una había preparado.
Culinarias y no tan culinarias porque corrió el aguamiel y el “herbero” (no quiero equivocarme). Además pudimos apreciar las bondades de la trenza de hojaldre y chocolate de Ros entre debates iglesia y religiosidad, Tao y Zen, masajes… Y hasta hubo tiempo para algunos movimientos de Tai Chi Chi Kun (creo).
Como colofón recalamos en la terraza de un restaurante en la que se comentó “lo ceñidita que va siempre Aurora” a lo que Bego, añadió “yo sólo me ciño al cuerpo la piel de otra mujer”...amén!!
En fin, quizás pudo ser mejor de haber sido más las chicas Dafne… Quizás. Besos.
Concha (Elche)